Ser viejo no es bueno en sí mismo, pero Dios puede hacer hermosa la vejez.
Todos, nos sintamos bien o mal, necesitamos saber vivir la vejez. Y esto no es algo automático o espontáneo: es el resultado de una vivencia que tiene por meta la “renovación del hombre interior”, renovación que se torna más necesaria a medida que “el exterior”, el cuerpo, se va desgastando.
La Biblia nos enseña no solo a vivir sabiamente, sino a envejecer sabiamente. Los ancianos están en el corazón de Dios, por ello en su Palabra encontramos mucha luz sobre la vejez, su significado, su valor y cómo afrontarla.
La Palabra de Dios nos confirma que aprender a vivir la vejez no solo es posible, sino recomendable. “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría”. Salmos 90:12.
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